Un cuerpo que irradiaba en ira
pero que paulatinamente menguó
Ahora no queda ni rastro ni pista
de aquello que alguna vez lo encendió.
El corazon late… ¿Late?… Sí, pero en silencio.
Pero… ¿Puede latir un corazón en silencio?
¿Qué otra prueba de vida existe si no es ese sonido?
La incesante percusión torácica, la explosión de un latido,
Una sonata fantástica que dura solamente dos tercios de un segundo
Metronómica y automática, melodía antitética de lo difunto.
Y si late en silencio… ¿Late realmente?
Preguntas silenciosas que atormentan mi mente.
Porque donde en otrora hubo una orquesta percusionando un hímno a la vida,
Ahora hay una banda opuesta reunida, componiendo mi réquiem.
En algún momento me olvidé de aquello que nombré “lo brutal”.
Llamaradas destructivas; el violento atropello que componía mi deseo vital.
Preferí dedicarme a explorar lo sentimental, que bauticé como “lo bello”
La llamada sensibilidad; puse ésta nueva parte de mí en un pedestal y sin querer se volvió mi sello.
Cambié el brutal color rojo por el bello rosado
Y poco a poco acabé dejando lo “brutal” de lado.
Pensamientos explosivos, agresivos, de acción.
Tuve que domarlos, no tenía otra opción.
Estaba ansioso por explorar lo bello en mi vida
Volcándome a la sensibilidad haciendo a un lado la ira.
Sensaciones nuevas que invadían todo aquello que yo hacía:
El mar que siempre se me hacía tan violento,
empezó a recitar de repente con sus olas poesía.
Las aves ya no se batían a duelo con el viento, no
ahora danzaban grácilmente al son de su sinfonía.
Pero lo bello no podía ser tan bello, y trajo consigo otra sensación
Me dió un cuchillo por el mango, y lo llamó introspección.
Clavó el puñal en mi pecho, silenciando mi corazón.
Y con el paso del tiempo… floreció la depresión.
Y es que entre tanta belleza rodeándome sin cesar
Nunca me sentí parte del fascinante entorno teatral.
Yo no hacía poesía, como con las olas lo hace el mar
Ni me movía grácilmente como hacen las aves al volar.
Mi vida en comparación se sentía banal…
y tras años con siléncio en el torax, empecé a extrañar a lo brutal.
Porque lo bello me hizo espectador del más hermoso teatro que pueda uno tener a la vista
Pero lo brutal… lo brutal me hacía el protagonista.
Ese anhelo envuelto en fuego que alimentaba la determinación
Viviendo ardiendo en el momento, situación tras situación.
Actuar sin miedo de si enciendo todo lo que está a mi alrededor.
Que a mis ojos color rojo vuelva de una vez ese fulgor.
Porque pequé de acusar a lo brutal por las cosas malas, y a lo bello por las cosas buenas:
Até lo brutal a mi pasado y no le di chance de revisar su condena.
Quizás me equivoqué habiendo matado esa parte de mí,
que juzgué rápido y más rápido aún cambié por una nueva.
Ahora tengo un puñal en el pecho, y lo bello se vuelve paulatinamente oscuro.
Las aves vuelan sombríamente, y el mar se ve cada vez más turbio.
Lo bello me envenenó con lo trágico y maté al antídoto tras un juicio prematuro.
Ahora lo brutal está muerto… y el latido de mi corazón está mudo.
Nicolás Castro
14/05/2023 08:32PM